La importancia de tomar en cuenta la esencia emocional frente a las inversiones
"En el mundo de las inversiones existe “el sentimiento” del mercado, el tema es no dejarse arrastra por las emociones" Especialista en Neurofinanzas, Joselyn Quintero
General25 de abril de 2021Redacción RMMVivimos en un momento de la historia donde podemos saber con precisión milimétrica dónde aterrizará una nave regresando del espacio, pero todavía nos cuesta contar lo que tenemos para llegar a fin de mes con el mismo sueldo.
Las decisiones financieras son el hueso duro de roer para la mayoría de los seres humanos, incluyendo a quienes tienen desarrollo profesional y alto nivel académico.
De la razón a la emoción
Toda la estructura financiera moderna ha sido construida desde una base racional de un “hombre económico”, pero es operada con un sistema emocional propio de un ser humano. Sí, nos ha tomado más de cien años llegar a esta lamentable, pero esperanzadora, conclusión: errar es de humanos.
Los caminos que nos han llevado de regreso a la humanidad en el mundo financiero no provienen de la academia económica, sino de las neurociencias.
Desde que podemos observar el cerebro decidiendo en tiempo real, los neurólogos nos han ayudado a entender porqué es más fácil poner un hombre en la luna, que ejecutar bien un presupuesto.
Eruditos del tema como Antonio Damasio, nos han mostrado la importancia de tomar en cuenta la esencia emocional antes de los procesos analíticos, algo contrario a lo que se ha hecho siempre en las decisiones financieras.
Creemos que las emociones nos entorpecen, pero en realidad son la kriptonita para apalancar nuestras decisiones y avanzar hacia nuestras metas. El reto es, a partir de ahora, que todos los agentes económicos tengamos en cuenta las emociones al momento de planificar y ejecutar nuestros proyectos e inversiones.
Entre la euforia y el pánico
En el mundo de las inversiones siempre se ha intuido que “el sentimiento” del mercado existe, pero lo que no se había comprobado era la montaña rusa emocional que nos arrastra cada vez que una sola acción sube o baja más de lo esperado.
Las emociones tienen por característica ser de alta intensidad durante un tiempo muy corto, algo diferente a los sentimientos, que son justamente lo contrario, de baja intensidad pero de largo tiempo. Los sentimientos son esa pequeña voz que nos habla cuando estamos frente a algo que nos gusta, pero que no nos permitimos, o cuando soñamos como niños pero nos reprendemos como adultos.
En un mundo de consciencia interior, pudiéramos tomar decisiones más calmadas aunque fuesen rápidas. Sin embargo, al carecer de una educación que nos ayude a reconocernos y valorarnos, quedamos a merced de las emociones como impulsoras.
El trading se caracteriza por ser un circo romano emocional, un espacio donde cualquier estampida bursátil tiene una explicación que suena válida, pero que en realidad es tanto la euforia como el pánico, los que presionan esas partes del cerebro que incitan a tomar una posición financiera.
Herramientas vs. Habilidades
El problema básico de los impulsos emocionales, es que de ello poco se aprende. Las emociones requieren todo un proceso educativo básico, que nos permita: reconocerlas, etiquetarlas y gestionarlas. Hay muy pocos escenarios donde se entrenan a las personas en sus emociones, a pesar de ser algo tan importante.
Los simuladores de vuelo son un buen ejemplo. Los aspirantes a tener un permiso como pilotos deben seguir una estricta formación teórica y práctica, antes de despegar un vuelo comercial. Sin embargo, en el mundo financiero se hace todo lo contrario, pues cada vez personas más inexpertas entran a invertir sin más que una app en su teléfono.
Podemos democratizar las herramientas, pero las habilidades deben desarrollarse. Hasta ahora, con todos los estudios en finanzas conductuales que demuestran las frecuentes y predecibles pérdidas que un novato en inversiones experimenta, no se crean normativas para evitar que la imprudencia nos salga cara a todos.
Errores fácilmente previsibles
Dentro del estudio de las neurofinanzas, existen diversos factores que nos llevan a tomar decisiones previsiblemente erradas. Comparto solo tres de ellos:
El primer error proviene de la sobreconfianza. Existe una sensación de control imaginario que nubla la capacidad de análisis de muchos inversionistas, al punto de entrar en terrenos de superstición completamente irracionales.
El segundo error es la confusión entre correlación y causación. Con frecuencia, muchos inversionistas se atribuyen a sí mismos los logros, pero externalizan los fracasos. En un entorno donde el error no es mi culpa, muy poco podemos aprender para mejorar.
El tercer error es la tendencia a formar mis opiniones a partir de terceros. Cuando nos encontramos en entornos altamente competitivos, las decisiones provienen de influencias externas y no de una introspección personal. Ya sean noticias falsas, recomendaciones sin bases o mecanismos de estimulación emocional, erramos sobre decisiones que ni siquiera fueron realmente nuestras.
Nadie está exento de tomar decisiones impulsivas, arriesgadas y hasta erradas de dinero. Lo importante es aprender de lo que nos sucede, en lugar de quedarnos con el dolor (o la rabia) de perder dinero y ni siquiera saber cómo sucedió.
Fuente: ambito.com