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Lazarillos: el “mejor amigo del hombre” al servicio de la inclusión

Debidamente entrenados, los perros guía desempeñan un rol clave en la sociedad al facilitar la movilidad e independencia de personas con discapacidad visual. El testimonio de un entrenador y la experiencia de quienes comparten su vida con estos canes.

General 29 de abril de 2021 Redacción Redacción

El perro guía, de trabajo o lazarillo también tiene su día de conmemoración internacional para homenajear el rol que estos animales de compañía, debidamente entrenados, desempeñan en la sociedad, al facilitar la movilidad y la independencia de personas con discapacidad visual.


En la Argentina, las personas con discapacidad, y tal como lo indica la ley Ley 26.858, pueden ingresar y permanecer con sus perros guía en establecimientos gastronómicos, restaurantes, locales comerciales; oficinas del sector público y privado; lugares de ocio y tiempo libre, clubes deportivos, centros culturales; establecimientos de enseñanza pública o privada, establecimientos religiosos; centros sanitarios y asistenciales; hoteles, albergues, campamentos, apartamentos, balnearios, campings y establecimientos en general destinados al turismo; transporte de pasajeros y a las áreas de uso público en las terminales o estaciones; y cualquier otro lugar, local o establecimiento público y privado de acceso público.


A María Sol Campos, hoy de 43 años, le diagnosticaron retinopatía prematura, una enfermedad que principalmente suele aparecer en bebés prematuros y que provoca el crecimiento de vasos sanguíneos anormales en la retina, cuando tenía apenas seis meses. Los tiempos que siguieron no fueron sencillos: comenzó con ceguera en el ojo izquierdo y miopía. Pero, en 2001, tuvo un desprendimiento de retina y siguió perdiendo visión. Estuvo así durante muchos años y debió atravesar varias operaciones, entre ellas, un trasplante de córnea. Finalmente, hace ocho años, se dio cuenta de que precisaba otro dinamismo para movilizarse y decidió ir por su perro guía, Canela, una de de las dos primeros canes de trabajo nacidos y criados en la Argentina.

 
En el país, La Escuela de Perros Guías Argentinos (EPGA) es la única organización que entrena perros lazarillos para que colaboren en cuestiones de la vida cotidiana -desde salir a caminar marcando los obstáculos de la vía pública, rampas, sillas, escaleras hasta usar un trasporte público o realizar una actividad física- de personas ciegas.

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“Soy miembro del Club de Leones de Quilmes Oeste hace 13 años. En ese club tenía un espacio de talleres para las personas con discapacidad visual y, en ese contacto semanal, detecté que sería una oportunidad enorme los perros guía para darles más independencia y autonomía en la vida diaria y en el traslado, porque muchos de los que concurrían a los talleres no podían hacerlo por temas de logística”, compartió en diálogo con Infobae Carlos Botindari, fundador y director de Relaciones Institucionales de EPGA.

Botindari puso manos a la obra. Los preparativos iniciales demandaron dos años y en 2013 se lograron hacer las primeras entregas. Hoy, la EPGA es una de las 28 certificadas por la Federación Internacional de Perros Guía.

Los perros guía son, por lo general, labradores retriever o golden retriever, dado que poseen determinadas características en su contextura física y en su carácter que facilitan su entrenamiento y su labor. El entrenamiento de un perro lazarillo conlleva dos años desde su nacimiento para después acompañar a la persona con discapacidad visual durante ocho años como fiel guía y compañero para luego transformarse en su mascota a tiempo completo.

Sin embargo, la responsabilidad de otorgar un perro guía por parte de la escuela perdura a lo largo de toda su vida ya que, tras la “jubilación” del perro a los 10 años de edad, deberá ser reemplazado por otro ejemplar que asegure la continuidad de la independencia alcanzada por la persona ciega. Además, la EPGA asume la responsabilidad de asegurar el mantenimiento y contención del perro “jubilado” en caso de que no sea factible para el ciego realizarlo.

¿Cómo se llevan adelante los entrenamientos? “La escuela tiene un contacto permanente con los binomios (perros y personas), por ende generamos una red invisible en donde todos estamos unidos de una u otra forma. Los entrenamientos se hacen durante todos los días los 365 días al año, al contar con un predio en donde podemos alimentar, entrenar, higienizar y jugar con nuestros perros la tarea de conocimiento del animal es casi natural”, agrega Botindari.

El entrenamiento consta de diferentes etapas. En cada una de ellas hay actores claves; no hay un trabajo lineal, sino que es una mirada sistémica que involucra el animal y a la persona con discapacidad visual. La etapa final es un entrenamiento “adaptativo” de unos 20 días, que es la conexión de un usuario con el perro.

En lo que va desde su fundación, EPGA ya entregó más de 20 lazarillos, que contribuyen a mejorar su calidad de vida e integración social. Cualquier persona ciega, con un buen manejo del bastón blanco, puede aspirar a un lazarillo de la escuela, siempre y cuando haya realizado el curso de orientación y movilidad, cuente con certificado de discapacidad, y otro certificado psicofísico donde se acredite que además no posee otra discapacidad que le impida manejar un perro.

Mayor seguridad

“Es una experiencia increíble, donde se logra una buena velocidad al caminar; uno está más relajado, somos quienes damos las órdenes y el perro nos guía y marca los mejores opciones para transitar. Da seguridad al caminar, uno va más relajado con dinamismo y velocidad. Con Canela comparto el día a día en todos sus aspectos y actividades, desde ir al gimnasio, al taller de arte, a patín artístico”, afirma Campos. Más allá de las actividades deportivas y artísticas, Campos colabora con el comercio familiar, realizando tareas administrativas. Anteriormente, tuvo un comercio durante 15 años, que cerró hace tres años.

La escuela no es un criadero de perros, sino que su misión es mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad a través de los perros guía. “Es una forma de darle la posibilidad concreta de que construya un espacio mas accesible a partir de su capacidad de movilizarse sin problemas”, comparte Botindari.

El acompañamiento de un perro guía, en este caso, Bruma, le permitió a Nicolás Aznar Salgueiro, un joven de 32 años que reside en Pilar, en la provincia de Buenos Aires, continuar con sus actividades, que no son pocas: trabaja en la municipalidad de Pilar en atención telefónica, sale a correr para estar en contacto con la naturaleza y es un apasionado por la música. “De hecho, uno de mis proyectos musicales se llama ´La de Bruma´, en honor a mi compañera; hacemos música tropical. También he tocado la batería en un par de bandas de rock and roll”, comenta.

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Aznar Salgueiro, ciego a causa de diabetes, conoció a Bruma durante su trabajo de adaptación en enero de 2018. Su encuentro con la escuela se dio a partir de una búsqueda que encaró por internet sobre los perros guía. “La adaptación fue un momento mágico para mí, porque logramos esa conexión innata con Bruma, como un amor a primera vista, a primer encuentro. Alcanzó con unas prácticas para poder fluir y salir a la calle”, suma.

En 2013, la familia de Ximena Ceballos recibió un email desde la Biblioteca Nacional de Ciegos, donde comentaban la existencia de la EPGA y los perros guía. “Mi papá hizo un primer contacto con la Escuela, porque ellos no tenían conocimiento de los perros y querían saber los requisitos y las formas. Yo aún era menor de edad por lo cual el proceso era una responsabilidad muy grande”, recuerda a Infobae esta joven ciega de nacimiento y oriunda de Caleta Olivia, en la Patagonia Argentina.

Un año más tarde, Ceballos conocía a Danco, quien hoy es su perro guía y la ayuda a manejarse a pie en la ciudad de Córdoba. La conexión, en este caso, no fue inmediata. Tuvieron que trabajar y adaptarse mutuamente. “Cada perro tiene un temperamento y una impronta que lo hace único; basado en esto se lo estimula y entrena de forma de llegar a formar un animal única y se busca a la persona con discapacidad visual adecuada”, explica Botindari.

Pero la adaptación entre Ceballos y Danco finalmente funcionó y le cambió la vida. La joven, hoy de 23 años, recuerda que en la adolescencia no fue del todo independiente, dado que el bastón nunca le dio seguridad.

Hoy, Ceballos, que supo practicar natación y atletismo y que sueña con construir una sociedad más inclusiva (fue especialista en lanzamiento de bala y salto en largo y fue campeona nacional de 150 metros de carrera), cursa su último año de la carrera de abogacía, y con Danco recorre el camino todos los días hasta las aulas.

 

Fuente: Infobae

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