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Historias de Misiones: estuvo al lado de 130 carretas de oro y nunca las pudo encontrar

Curiosidades 30 de noviembre de 2020

Ángel Bautista tenía en los primeros años de este siglo, 83 años y vivía en San Vicente. Entonces, en una entrevista a un medio de esa localidad aseguró haber encontrado décadas atrás, unas ruinas en cuyo sótano una espiritista le dijo luego que había depositadas 130 carretas con el oro que pertenecía a las reducciones jesuíticas.

fotoOro

Así lo conto Bautista: «Vivía en el Kilómetro 71 (Ruta Nacional 14 entre San Vicente y Fracrán), en el año 1960. Anduve cazando por tres días en una oportunidad. No había nada y yo estaba encargado de una empresa que era para los plantadores de yerba, y habían hecho treinta hectáreas de rozado”.

El hombre siguió diciendo: “fui a buscar un barrero (un humedal donde los animales van a beber y los cazadores suelen ponerle sal, con gran demanda también por parte de los “bichos”), anduve por un arroyito aguas arriba, y sólo tenía una escopeta”.

“Encontré uno, caminé unos diez metros y había un pocito que tenía una batea de seis metros de largo de piedra o cemento, y que no era natural, estaba hecha por el hombre. Me fui unos 50 metros más adelante donde salía otro arroyo que caía en el primero, subí y encontré un naranjal limpio, me senté debajo y comí algunas naranjas”, dijo.

Batista relató que la llamó la atención “unos pinos que estaban bien en hilera. También un paredón grande de piedra, pero no le di importancia porque pensé que era de un salto. Seguí, hasta que vi un zaguancito de tierra, como de una casa, y más adelante, otro. Así unos doscientos metros y me dije ¿será que esto no es una reducción jesuita?”

Detalló que “las piedras eran trabajadas, bien altas como las de San Ignacio. Encontré unos rastros de gente y pensé que por ahí había esos indios que comen humanos. El paredón seguía y hacia una curva contra un cerro. Eso ocurrió por la mañana, pero luego volví hasta mi casa”.

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El regreso
Pero Batista decidió volver a buscar el lugar. “Como un año después fui con dos hombres y mi hijo Pocho, porque les quería mostrar el lugar. Uno de ellos era de apellido Pochtka y llevaba un aparato para encontrar metales. Habíamos puesto la condición de no llevar ninguna arma.

Presentía que había algo raro. Cuando llegamos al lugar, no había nada. Donde estaba la planta de naranja, había otro árbol, tampoco estaban las dos hileras de pinos. Bajamos un poco y dije «si es acá, debe estar la batea», y estaba nomás. Lo que no estaba eran los paredones, ni las naranjas, ni los pinos”, relató.

Selva

Agregó que quedaron de noche “y se comenzó a escuchar unos barullos. Parecía que se venían carros sobre nosotros, y niños llorando, pero no era nada. A la una de la mañana Pochtka dijo: ´que se presente ese diablo acá que yo le voy reventar a tiros´. Tenía un revólver 38 y el otro hombre una escopeta, y eso que la condición era no llevar armas”, recordó Batista.

Al lado de 130 carretas de oro y la esperitista
Ángel Batista decidió regresar una vez más con las manos vacías, pero una visita posterior le clarificaría los sucesos pasados. “Al tiempo viajé a Brasil a ver una viejita espiritista, negrita y muy famosa. Apenas llegué me dio un banco para sentarme y me dijo: ´yo sé para que usted vino, es por unas ruinas que encontró¨. Y me dijo que ahí había 130 carretas de oro en un sótano, y me quedé helado”.

“La mujer continuó diciéndome que había hecho mal en llevar a ese hombre que tenía el aparato, él era mala yeta, y si encontraban las ruinas en ese momento, mi hijo y yo no íbamos a volver porque tenía pensado matarlos.

Mencionó que cuando vaya nuevamente, llegue por atrás de la ruina, no por donde fuimos, que siga la curva, y camine otro tanto. ´En la curva yendo al norte, hay una puerta de un sótano, donde están las 130 carretas de oro´ me dijo”, según relató don Batista.

Don Batista, el viejo vecino de San Vicente, se quedó con las ganas: “Me dijo que tenía que conseguir el mapa de la ruta a ese sótano y que llegara solo, con una camiseta por debajo de la camisa, y que si llevaba a un compañero me saque la camiseta, la dé vueltas y la deje sobre la pared. Me dijo que podía llevar a mi hijo”, contó.

El momento nunca llegó: “Yo estoy esperando mejorar bien de las piernas y voy a ir con mi hijo. Nunca perdí las esperanzas y no las voy a perder y tengo que encontrar el mapa y llegar a ese lugar». No ocurrió.

El relato es real, lo hizo Ángel Batista. Lo relatado podría ser real o pura fantasía. Nadie tendrá las respuestas porque las historias de Misiones son casi todas reales…Las que no, apenas podrán ser dudosas…

Fuente: El Periódico de San Vicente

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