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Llaman a proteger a los pumas y revertir su imagen negativa

Cuatro científicos aportaron actualización sobre la presencia de pumas en Entre Ríos, con hallazgos en 23 localidades en 20 años.

Mundo 14 de diciembre de 2020 Redaccion Multimedios Genesis Redaccion Multimedios Genesis

¿Quedan pumas en Entre Ríos, o no quedan? Contra lo que muchos suponen, cuatro científicos juntaron testimonios de su presencia entre vecinos de Mojones Sur, Villa Urquiza, Colonia Bertozzi, Paraná, Caseros, Gualeguay, Estancia El Cerro, Villaguay, Curtiembre, Diamante, Sauce Montrull, Gualeguaychú, Las Garzas, Bovril, Colonia Avellaneda, Cerrito, La Paz, El Quebracho, Alcaraz, Nogoyá, Los Conquistadores, Lucas Sud y Victoria.

Norberto Muzzachiodi, Julián A. Sabattini, Nicolás R. Chimento y Rafael A Sabattini, estudiosos de la Universidad Nacional del Litoral, la Universidad Nacional de Entre Ríos y del Museo Argentino de Ciencias Naturales, realizaron un recuento pormenorizado de las apariciones del felino mayor de la región, vivo o muerto, y en sus conclusiones llamaron a revertir su imagen negativa a través de la educación, y a restablecer corredores ecológicos que permitan su reproducción.

Pumas de verdad

La selección de rugby de Argentina es conocida como Los Pumas. El apodo nació en un escudo de la camiseta, con la imagen de un… yaguareté.

Bueno: esta historia que provoca risa tiene explicaciones en una confusión que se generó en una gira de la Selección.

En estos días Los Pumas padecen el cimbronazo del descrédito porque un par de ellos publicaron mensajes ofensivos, xenófobos, en su juventud. No sabemos cómo saldrán de esa imagen negativa, que se suma a la que provocaron algunos rugbiers violentos cuando mataron a patadas al joven Fernando Báez Sosa en Villa Gesell en enero de este año.

Los pumas que dan sentido a esta columna, no son personas ni tienen capitanes discriminadores, aunque, como muchos de nosotros, sí son carnívoros.

Hablamos de la especie Puma concolor, tal el nombre científico, y no del yaguareté (Panthera onca). Tampoco del puma yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi) que fue avistado en mayo pasado en La Paz. El yaguareté es manchado como un tigre, el puma y el yaguarundí lucen pelaje uniforme, aunque este último es más chico y alargado.

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“En este trabajo se reportan registros actuales e históricos de la especie (Puma concolor) en la provincia que fueron contrastados con mapas de unidades ambientales y bioclimáticas para analizar su distribución. Según los resultados generales, inferimos que el puma no está extinto, más aún: se reproduce en nuestro territorio”, arriesgan los investigadores de entrada nomás.

Sin embargo, admiten que el puma debe ser considerado “una especie amenazada básicamente por factores antrópicos (presencia humana), debiéndose realizar nuevos estudios que definan núcleos poblacionales, densidades y corredores de dispersión a la espera que el nuevo Sistema Provincial de Áreas Naturales Protegidas (que incluye una gran diversidad de reservas privadas en hábitat propicio para la especie), contribuya a la conservación sustentable de este félido emblemático”.

No está en extinción

Hace rato que los especialistas debaten la presencia de pumas en Entre Ríos, pero con una certeza: no es una especie en extinción ni mucho menos, porque vive en distintos lugares de todo el continente. “El felino americano Puma concolor presenta la distribución geográfica más extensa de todos los mamíferos terrestres vivientes de América, desde Alaska hasta la Patagonia austral, incluyendo una gran variedad de hábitats, desde climas desérticos hasta bosques tropicales o fríos, como así también desde nivel del mar hasta los 5.800 metros sobre el nivel del mar en los Andes”, dicen los estudiosos. Es en nuestra provincia donde fue perseguido y acorralado hasta su casi desaparición completa.

El texto de la investigación presenta un cuadro con detalles de 27 registros con respaldo fehaciente del año 1998 al 2020 de pumas en la provincia, obtenidos de literatura especializada, publicaciones periodísticas, entrevistas y trabajo de campo, y esos testimonios involucran a un total de 23 localidades, del extremo norte al extremo sur del territorio entrerriano. “La mayoría de los registros corresponden a animales cazados, revisión de cueros, fotografías de cráneos, relatos de avistamientos de pobladores locales, cazadores, profesionales o personal policial y en menor medida del levantamiento de huellas”, aclaran.

Entre los registros recientes se cuenta una fotografía tomada en Mojones Sur, de una hembra y dos cachorros, en 1998. Eso fue en el departamento Villaguay, cerca del río Gualeguay; y le sigue el contacto ya directo con una hembra frente a Villa Urquiza, en la isla El Peluquero. Ese puma fue fotografiado por Diario UNO y su hallazgo relatado en este espacio, en 2004, bajo el título “Romance de pumas”, en recuerdo del famoso poema de Yamandú Rodríguez; un homenaje al general Lucero, aquel que llevaba “un tigre tapa’o con un vellón de borrego”.

¿Norteamericano o europeo?

Algunos paleontólogos entienden que el puma integró la gran masa de especies que migraron del Norte del Abya yala (América) hacia el sur, en el llamado Gran Intercambio Biótico, o Deriva continental, cuando se formó Centroamérica y se unieron los dos continentes; y que por años se reprodujo mejor en estas tierras que en las de origen. Otros paleontólogos sugieren que el puma tiene cuna anterior europea. Los felinos no son originarios de este suelo, pero el puma es un clásico ya en toda la Argentina, si hacía tres millones de años que merodeaba en estas pampas cuando aparecimos nosotras y nosotros, la humanidad.

¿Animal dañino?

“El estado de sus poblaciones es un indicador de la situación de los ecosistemas, mostrando una gran dependencia del bosque nativo y mayor tolerancia a los ambientes antropogénicos, reocupando el centro y en el este de la ecorregión pampeana. El puma en muchas regiones del país aún es considerado plaga o dañino, con legislación que incentiva su caza, siendo estigmatizado por ser peligroso no solo para el ganado vacuno sino para los humanos”, comentan los estudiosos.

“A fines del siglo XIX la expansión poblacional y el avance de la frontera agrícolo-ganadera iniciaron una marcada contracción del área ocupada por la especie, en la cual el puma se extinguió en la provincia de Entre Ríos, sur de Santa Fe, sudeste de Córdoba y norte-centro de la provincia de Buenos Aires. Sometido fundamentalmente a presiones antrópicas, que incluyen el crecimiento de poblaciones humanas y sus efectos asociados, localmente el puma está sufriendo retracciones puntuales en algunas regiones a causa de la persecución directa, la expansión de la frontera agropecuaria que trae por si la pérdida y fragmentación de hábitat, la disminución de sus presas naturales y la caza furtiva. Estos factores tienen por consecuencia las extinciones locales en la región, siendo la caza furtiva el principal en Entre Ríos a pesar de la prohibición por Ley Provincial de Caza N° 4.841”, insisten los investigadores, con referencias a estudios que advirtieron la disminución de poblaciones en pleno silo XX.

Luego de explicar las aptitudes del puma para sobrevivir, aún en zonas fragmentadas por la presencia humana, los expertos señalan un aspecto sustancial para la convivencia de las especies: “es imprescindible iniciar campañas educativas informativas en ámbitos escolares, como así también en medios periodísticos sobre la presencia y el accionar del puma en el territorio provincial, que lleven a comprender su rol de ingeniero de ecosistemas y revertir su imagen negativa”.

Tekó porá

Nadie quiere, claro, poner en riesgo a los niños ante la presencia de felinos grandes, y tampoco exponer las ovejas, las cabritas, las gallinas, a las garras de un puma. Pero los estudiosos ven posibilidades concretas en las reservas naturales y en los necesarios corredores de biodiversidad para que la familia del puma se sostenga y retorne a su territorio que es también nuestro, pero no solo nuestro. Las áreas naturales protegidas y su expansión en campos privados generan expectativas hacia el futuro inmediato.

Ahora: ¿qué hacer ante la aparición de un puma, o ante la desaparición de algunas presas con presunción de que un felino merodea una chacra? Aquí la recomendación fundamental de los investigadores: “podrán detectarse corredores ecológicos que permitan mantener el flujo genético entre las diferentes poblaciones, y así trabajar en procesos de restauración de corredores naturales fragmentados, con mayor valor ecológico. Hace falta desarrollar un protocolo que permita documentar los presuntos ataques de la especie al ganado doméstico y sobre todo cómo actuar ante la aparición de pumas en áreas con población humana, cuidando de la especie y del personal a cargo de los operativos. Resulta primordial generar alianzas estratégicas entre actores locales y organismos de control para la implementación de prácticas de manejo de hábitats, enfatizando su rol ecológico como depredador tope. Se recomienda monitorear algunas de sus subpoblaciones que se perciban bajo amenaza, evitando que desaparezcan como ya ha ocurrido en décadas pasadas”.

Traducido al criollo: si ya los matamos o expulsamos, ahora que dan indicios de un retorno convendría no cometer los mismos errores, y estar preparados para una convivencia. El puma, como el aguará guazú, han sido víctimas de la invasión humana inescrupulosa. Como no se extinguieron, podemos revertir el proceso. No lo haremos, claro, si pensamos que el humano es dueño, señor, y si confiamos en que sólo lo que comemos debe interesarnos.

Los estudios de Muzzachiodi, Sabattini y Chimento nos están generando conciencia y abriendo una puerta a la esperanza, desde su investigación publicada en la revista Historia Natural, de la Fundación Azara y la Universidad Maimónides. El vivir bien y bello al que aspiramos, tekó porá dicho en guaraní, es armonía del ser humano en su entorno, con las demás especies y entre ellas nuestro amigo: el puma.

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