Cómo la humanidad venció a la viruela, la única enfermedad erradicada gracias a las vacunas
General25 de marzo de 2022Redaccion Multimedios GenesisLa viruela se declaró erradicada en 1979, después de una campaña mundial de vacunación sin precedentes. ¿Es posible repetir el éxito con COVID-19?
El 11 de marzo de 2020, la OMS declaró a los distintos brotes de COVID-19 como una pandemia. 18 meses más tarde, el mundo se enfrenta a una ola más de coronavirus y a pesar del avance de la vacunación, el pesimismo ronda incluso a quienes mejor han sobrellevado la emergencia sanitaria global con una sola pregunta en mente:
¿Cuándo acabará la pandemia?
La historia natural de las enfermedades bacterianas y víricas demuestra que a pesar de que llega un momento en que logran controlarse, resulta casi imposible erradicarlas completamente.
El caso más emblemático del triunfo de la ciencia sobre un agente infeccioso es el de la viruela: la única enfermedad humana que ha desaparecido gracias a la vacunación.
Mientras existió, la viruela alcanzaba una tasa de mortalidad del 30 % y se calcula que sólo en el siglo XX, fue responsable de unos 500 millones de muertes.
Los casos más antiguos de la enfermedad datan de hace al menos 12,000 años; sin embargo, los brotes causantes de epidemias en el Antiguo Egipto, Tenochtitlan, en Europa del siglo XVIII y otras latitudes demuestran que cuando las tasas de contagio se elevaban, la viruela reaparecía con fuerza, dejando decenas de miles de muertes a su paso.
Foto: Michael Ciaglo/Getty Images
El camino a la erradicación
En diciembre de 1979, después de una campaña global de vacunación y vigilancia intensiva impulsada por la OMS en 1967, la viruela se consideró oficialmente erradicada en todo el mundo.
Sin embargo, los doce años previos fueron apenas la recta final que permitió borrar para siempre al virus. Detrás de los esfuerzos contemporáneos que llevaron a su erradicación, existe una historia de casi doscientos años desde el desarrollo de la primera vacuna, un hito conseguido por Edward Jenner en 1796.
Si bien el final de la viruela es uno de los mayores éxitos jamás obtenidos en la historia de la salud pública, las características propias del virus y la enfermedad que causaba facilitaron en gran medida su final:
A diferencia de otras pandemias como el VIH, la viruela no era una enfermedad crónica, que se mantuviera activa en el cuerpo de una persona contagiada durante el resto de su vida. Tal y como ocurre con el SARS-CoV-2, el periodo de contagio se limitaba a algunos días. Además, esta enfermedad presentaba otra una ventaja decisiva para la vigilancia epidemiológica: la inexistencia de casos asintomáticos.
Las pequeñas ampollas que daban paso a costras aparecían en el 100 % de las personas enfermas, de modo que una simple inspección visual era suficiente para identificar un contagio y por lo tanto, tomar las medidas necesarias para aislarlo y romper la cadena de transmisión.
Los factores anteriores, aunados a la nula tasa de variación antigénica del virus incapaz de producir mutaciones mejor adaptadas que mejoraran su transmisibilidad, jugaron a favor de la ciencia y la salud pública. En el caso del coronavirus y las enfermedades emergentes contemporáneas, la situación dista de alcanzar el final feliz de la viruela.
¿Cuándo acabará la pandemia de COVID-19?
Foto: Getty Images
El primer paso hacia la extinción de la pandemia de COVID-19 es que sea considerada una vez más como una epidemia con brotes locales bien establecidos, según los criterios de la OMS. Esto implica que el número de casos sigue siendo alto en amplias zonas geográficas; no obstante, la transmisión del virus gracias a la vacunación o inmunidad adquirida es limitada.
Según Rachael Pitch-Loeb, experta en salud pública de la Harvard T.H. Chan School of Public Health en entrevista para National Geographic, “no hay una definición de lo que significa el final de una pandemia”. A excepción de la viruela, los agentes infecciosos que han protagonizado las pandemias más letales en la historia de la humanidad siguen circulando en el presente de forma reducida:
La peste (Yersinia pestis) que cobró la vida de más de 200 millones de personas en Europa en el s. XIV , la influenza AH1N1, que impulsó dos pandemias en 1918 y 2009; y hasta el SARS-CoV y el MERS-CoV, los últimos coronavirus con potencial epidémico que saltaron a humanos en el siglo XXI: ninguna ha sido erradicada, pero todas las anteriores se mantienen en niveles debajo de los esperados.
Y aunque al inicio de la pandemia la esperanza estaba puesta en alcanzar un porcentaje superior al 70 % de vacunación para poner fin al COVID-19, la aparición de nuevas variantes (especialmente de Delta), ha transformado el escenario.
De forma casi unánime, los epidemiólogos consideran que la inmunidad de rebaño ha dejado de ser la meta, ante un panorama cambiante en el que la emergencia de nuevas variantes amenaza con prolongar la pandemia.
De ahí que el escenario en el que COVID-19 transita hasta convertirse en una enfermedad endémica sea actualmente el más probable según la OMS. Esto significa que si bien el SARS-CoV-2 podría permanecer para siempre entre nuestra especie, sería cada vez menos letal y estaría mejor controlado, con temporadas de picos que requieren de vacunación periódica para estar mejor protegidos, tal y como ocurre con la influenza.